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Web forms by 123ContactFormdomingo, 13 de mayo de 2012
Hawlbaicin ¿Garnatix, año cero? Eso ya lo veremos.
...Y la señal que estaba siendo emitida para toda la humanidad, se esfumó de repente. La voz de Rodericus Himeneo Das Antas dejó de escucharse, las holográficas imágenes que se proyectaban en todos los hogares del universo, se extinguieron sin más. Y así, el esperado desenlace del gran premio de velocidad, dejó de existir para todo el mundo, excepto para las miles de criaturas llegadas de todos los rincones del espacio, que se hacinaban expectantes en las gradas del circuito urbano, del complejo complejísimo, The Hawlbaicin Town Resort Entertainment. Pero poco o nada podía ver esa multitud congregada, porque un inesperado apagón, dejó la ciudad completamente a oscuras. Los veloces Diablinex dejaron de gravitar, los pilotos se preguntaban qué podía haber ocurrido, en tanto no advertían, que el estudio flotante de la MTGVSPQR, la única tele posible, perdía altura y se posaba inane sobre el New Square Center. El señor Pepito Minaretes y todo su séquito, quedaron cegados, imposibilitados de ver que doña Mae Telesfriend, tampoco podía ver el dichoso botoncito que todo lo pondría en marcha, porque dicho botón, como todo lo demás, había perdido la fuente de energía que le insuflaba poder. Desde la concejalía de ingeniosos ingenieros, se dio orden de intervención y estudio sobre el molesto problemilla que tan inoportunamente se había presentado. Así pues, se envió al más prestigioso equipo de ingeniosos ingenieros, para que estudiaran y dictaminaran las causas, y sobre todo, encontraran un culpable y responsable de tan inadmisible cagada. Iba a ser el comienzo de todo, de una nueva era, pero habría de retrasarse inesperadamente, la energía, el poder, se habían desvanecido de pronto, y todos se preguntaban angustiados, qué había podido suceder, por qué estaban sumidos en tan tenebroso trance. Hasta que por fin, la luna emergió tras los montes de Valparaíso, y sus tenues rayos iluminaron el cauce desecado y embovedado del río Darro. Se pudo observar entonces que sus aguas, desviadas hacia el canal excavado a través del derruido barrio del Albaycin, habían elevado su nivel, el acueducto estaba obstruido y la presión amenazaba con reventar el dique. Los ingeniosos ingenieros penetraron entonces por el inmenso túnel, para comprobar y determinar, quien o qué, taponaba aquella su magna obra impidiendo la circulación del agua. Y de pronto la tierra tembló, la cúpula del casino de Zafra se sacudió con sus importantísimos ocupantes, doña Mae Telesfriend chilló, sin que el señor Minaretes ni su cohorte de fieles y esbirros pudieran advertirlo, que todos corrían ya escaleras abajo dejándola sola allá arriba. Un nuevo movimiento del suelo, un nuevo estruendo, qué coño estaba ocurriendo. Los técnicos de la concejalía, ayudados de unas obsoletas linternas, quedaron parados en medio se su magna magnífica canalización, alumbrando asombrados el motivo de aquel inesperado atranque. Lo que se ofrecía ante sus ojos los dejó paralizados ¿Era una semilla, un germen? No dejaba de crecer, se expandía sin remedio obligándolos a recular pavorósamente. La luna se elevaba, ahora se podía ver a la gente correr de un lado para otro. La muchedumbre empezó a gritar enloquecida, cuando las aguas del río rompieron la presa que las desviaba, comenzando a fluir en tromba por su cauce natural. La tierra no cesaba de temblar, cada vez con más estrépito. Los miles de visitantes, habían abandonado muertos de miedo el complejo complejísimo, la antigua Carrera del Darro se hallaba de repente desolada, y tras ella y sus lugares de ocio y negocio, de entre las ruinas del barrio del Albaycín, algo comenzó a brotar sin esperarlo. Allá asomaba de repente un tejado, acá los muros de un patio, acullá eran unos cipreses. Ahora era un mirador el que emergía, un balconcillo luego, unas ventanas, un cierre de vieja reja carcelera, más y más tejados, y un limonero, y una glicinia derramada sobre una fachada encalada. Y voces, risas, gentes, vecinos...
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